Nos conocimos en la década de los ochenta. Yo andaba perdido, sin rumbo. Fue amor a primer mordisco. Desde entonces, siempre han estado ahí. Los años pasan, las caras, las traiciones, los trabajos, los días. Y ellos vienen siempre a mi encuentro. Y no piden nada a cambio. Son como parecen, sin vueltas extrañas. Bem quentinhos. Ñam, ñam, ñam, ñammmmm.... Os pastéis de Belém... o de nata, como los denominó el pastelero cuando los vi por primera vez. Con canela a discreción. Definitivamente, hay cosas por las que merece la pena vivir. Sardinhas grelhadas, un cajón de cervezas, la voz de Amália, café y 7.548.000 pastéis de Belém. Pasteles de una ciudad, Lisboa, donde soñar es un oficio socialmente reconocido.
Ahí va una muestra que alimenta...
Ahí va una muestra que alimenta...
2 comentarios:
quiero dos docenas!
se ven muuuuuuy tentadores!!! y con lo que me gusta comerrrr!!! : ) : )
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