jueves, 14 de enero de 2010
Una desgracia tras otra
El terremoto sufrido por Haití es uno de los mayores ocurridos en el continente americano en la última década. El Salvador fue sacudido por dos temblores en menos de un mes en 2001, con un balance de 3.000 muertos y desaparecidos, aparte de 1,3 millones de personas afectadas.
México sufrió un movimiento telúrico similar (7,9 grados Richter) en 2003, pero la mayor riqueza del país y la lección aprendida del gran terremoto de 1985 permitió al país azteca que los daños no fueran tan dramáticos: 29 muertos y 300 heridos. En 2007 fue el sur de Perú y su capital, Lima, donde golpeó la naturaleza. Perdieron la vida unas 1.000 personas y más de 320.000 se vieron afectadas en mayor o menor grado.
Pero Haití es la miseria. Cualquier parámetro de desarrollo consultado coloca al país en los últimos puestos. La alfabetización llega a apenas la mitad de sus habitantes. Y la capital, Puerto Príncipe, donde se halla lo más parecido al desarrollo y donde se arremolinan dos millones de personas, fue tocada de lleno por el temblor.
Y a la tragedia en sí se añade la ausencia casi total de servicios básicos, la alarmante y creciente deforestación de los últimos lustros y el incremento de la población catalogada como urbana pero que en realidad se arremolina en suburbios de chabolas levantadas sin acceso a saneamientos.
La población con acceso regular al agua potable rondaba el 5% antes del seísmo. Esto, añadido a la enorme prevalencia del virus del sida y a la desestructuración social del país implica que la esperanza de vida en Haití es de las más bajas del planeta: ronda sólo los 55 años.
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