sábado, 9 de julio de 2011

Manuel Galbán


Se nos fue Manuel Galbán, el inmortal guitarrista de Los Zafiros y de Buenavista Social Club. No tuve la suerte de conocerlo personalmente, porque siempre que he viajado a La Habana, el bueno de Don Manuel estaba de gira. Se puede decir que Galbán murió con las botas puestas.

Sin embargo, conozco mil historias del grupo Buenavista por intermedio de mis queridos amigos Leyva y Taby. Los viejos eran -y son- un caso. Baste como muestra que entre ellos hay uno al que llaman "el políglota" que es el que se encarga de hablar en "otras lenguas" cuando están lejos de La Habana. Cuando se encuentran en París, por ejemplo, y alguno quiere otro trago, el políglota se encara con el camarero y le espeta sin anestesia:

-¡LE MISME!

Representan una manera de estar en el mundo, de no tomarse la vida demasiado en serio, de hacer tiempo para la joda siempre que se pueda. Ibrahim Ferrer, Omara Portuondo, Eliades, Cachao... todos músicos de otra época, de una época gloriosa, sin aparatitos del demonio, donde la gente SABÍA tocar y COMUNICABA.

Galbán era digno representante de la escuela cubana de la guitarra, una manera de tocar especial, con creativos juegos contrapuntísticos que llevan el instrumento a otras tierras, de bajos poderosos y polirritmias sabrosas. Guitarras mágicas donde confluyen el "filin", la música popular cubana con sus guarachas, sus sones y sus guaguancós, la herencia africana y lo mejor del jazz norteamericano, en la época dorada del be-bop y de los crooners.

Don Manuel tenía un toque elegante, con un sonido redondo y pastoso, pero al mismo tiempo juguetón e innovador, como cabe observar en las grabaciones de Los Zafiros, que alcanzaron la gloria en los sesenta.

Su casa era y es un hervidero de arte. Un sitio para quedarse a vivir. Porque allí no hay de nada, salvo lo que realmente importa y no se compra con dinero.

Me dice la dulce Taby, su hija, que junto con Leyva forman una pareja de músicos excepcionales que son un faro en La Habana para todo aquel que tenga música en las venas, que Galbán creía que todo hay que darlo en vida, porque "desde allá arriba, tú sabes, hay demasiadas nubes...". Hasta en eso tenía poesía el viejo.

Una gran tristeza por alguien querido y de valor que se marcha. Y alegría también, porque vivió como quiso, navegó los siete mares, amó, bebió y tocó como los ángeles.

Seguro que ya está organizada la descarga de esta noche allá arriba, no les quepa duda. Cuando se acabe el ron pedirán todos al unísono y a compás: ¡Otra de LE MISME! Y seguirán tocando hasta el amanecer.

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