Hace exactamente cuatro años estaba en un aeropuerto de América del Sur, llegué hasta el mostrador de Aerolíneas y pronuncié una frase que solo había oído en las películas: dame un billete para el primer vuelo que salga. "¿Adónde?" preguntó un joven de unos 35... "Adonde sea, lo importante es que salga cuanto antes..."
Le hizo tanta gracia mi cara de desesperación que terminó tomándose un café conmigo. Me contó que quería ser escritor, así que supuse que iba a sonsacarme datos para sus propias historias. El pibe me pareció tan amable -gestionó un vuelo urgente a Buenos Aires y me puso en primera sin cobrarme nada- que no pude negarme.
—Vos venís escapando de una mina —me dijo.
—Claro, salamín, si no por qué iba a querer salir en el primer vuelo a cualquier parte...
—Pero contame... qué pasó... —entonces le narré Las mil y una noches.
—Ahhhh... ¡pero a esa mina la conozco! —terminó por decirme. —¡Fui una vez a comprarle un mueble de segunda mano que estaba sospechosamente barato e insistió en que mi esposa se quedara en la puerta...! ¡¡Casi me devora!! Tuvo que venir a rescatarme Marcela. Se armó un despelote...
En nuestra mesa se hizo la noche. Nos miramos como dos hermanos antes de desembarcar en Normandía. Solos, en el incómodo silencio de los hombres que van a la batalla. Camaradas de armas.
—Loco... estás a tiempo... venite conmigo a Buenos Aires. La ley de los grandes números. Ahí no podrá encontrarnos.
lunes, 25 de mayo de 2020
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