martes, 19 de mayo de 2020

Intensidades

A decir verdad he tenido la enorme fortuna de haber conocido amantes maravillosas que me han amado y a las que yo he amado con locura. Entre nosotros las cartas, las palabras, siempre tuvieron un protagonismo central. Y las cartas que guardo como oro en paño son un prodigio de ternura y entrega sin límites. He conocido gente incapaz de entregar el corazón, cómo no, pero esas ni siquiera alcanzaron la categoría de historias. Fueron simples barcos que se cruzan en la noche. Incluso a ellas les guardo afecto. Mis queridas maestras en el arte antiguo de amar.

Creo firmemente que la palabra es lo único sagrado que hay en nosotros. Las palabras determinan lo que somos y lo que podemos llegar a ser. Dios es lenguaje. Y en el lenguaje están las claves del Universo.

He tenido la fortuna de oír mi nombre pronunciado con mil acentos, mil formas de dar el cariño. Incluso algunas mujeres insistían en llamarme Ariel, mi segundo nombre. León de Dios. Creaban otra personalidad que también está en mí y me transportaban a los días de mi primera infancia, cuando mi querido abuelo Lázaro me llamaba así.

Nadie puede ser mejor que sus palabras. Nadie puede ir más allá de sus silencios. La vida y la muerte son un tren nocturno que no se detiene. El número de veces que dirás una palabra de cariño a otro ser humano ha sido cuidadosamente pesado, medido. No podrás superar el límite. ¿Cuántas veces volverás a decirlas? ¿Veinte, cincuenta quizá...? ¿Cuántas veces alguien te hará sentir amado, deseado? Antes de entrar en la larga noche.

Pero fue Ingrid Bergman quien, al ser escandinava -esa equilibrada mezcla de lava y hielo-, escribió la carta de amor perfecta en términos de economía de medios y eficacia en el resultado. Siendo una mujer casada le escribió lo siguiente a un hombre casado al que no conocía personalmente, en los conservadores 50 del siglo pasado. La actriz sueca vio la obra de Roberto Rossellini y le envió las siguientes líneas:

"Querido Sr. Rossellini: He visto sus cintas 'Roma, ciudad abierta' y 'Paisá' y las he disfrutado mucho. Si usted necesita una actriz sueca que habla muy bien inglés, que no ha olvidado su alemán, que no entiende mucho de francés y que en italiano sólo puede decir 'ti amo', estoy lista para viajar y hacer un filme con usted".

Lo demás es historia. Os deseo la mayor de las intensidades.

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