Nos educan para vivir en la culpa. Para sentirnos culpables de no esforzarnos lo suficiente, de no amar suficiente, de no llegar nunca a una supuesta perfección que solo es atribuible -por definición- a la idea de Dios.
Un ser infinitamente perfecto ha de contar entre sus virtudes con el atributo esencial de la existencia, ergo, si todo ser pensante es capaz de imaginar un Ser infinitamente perfecto Dios por fuerza existe.
Esto se llamó "argumento ontológico" de San Anselmo y trajo de cabeza a legiones de teólogos y pensadores durante 1.000 años.
Los padres separados cargamos con el estigma de la culpa. Se supone que vamos a contracorriente de los "biempensantes" que son capaces de aguantar mecha en situaciones de desamor por un "bien mayor".
Es un estado de cosas similar al de aquellos cuya opción sexual no es mayoritaria. Han de sentir culpa: Iglesia, presión social, cuestionamiento incluso en el seno familiar.
Y esa culpa tiñe el alma. Es un proceso lento, de gota que horada la piedra: la sensación inequívoca de no pertenecer.
No y un millón de veces no. Esos valores son pequeñoburgueses y de mentes estrechas. Y terminan siendo ruines.
¿Acaso la madre de mis hijos y yo mismo hemos de sentir culpa porque tras 17 años y medio de convivencia ambos quisimos experimentar otras cosas? Que no.
Lo que vi estos días en Francia fue dos personas de una pieza. Con SUS propias escalas de valores y su círculo de afectos compuesto de decenas de personas de toda suerte y condición. De las cuatro esquinas del mundo.
Es decir, la propia situación de separación de los padres los hizo más fuertes, más independientes y más solidarios. Con una superior capacidad para comprender el dolor y, lo que es aún más importante: para perdonar las debilidades humanas.
¿Es la situación ideal una separación con hijos? Claro que no. Pero NADA es ideal. La vida es un guión ridículo y siempre acaba mal. Imaginado por un imbécil sin demasiado sentido del humor. Te acabas muriendo. Tus sueños son del tamaño del Sistema Solar y has de vivir en la necesidad material de la mentalidad de un vendedor de coches usados. Existiendo Brahms hay momentos del día en que suena Rosalía.
Pero lo que importa no son las cartas que te reparte la vida sino qué haces con esas cartas, hasta dónde eres capaz de llegar. Si puedes ver realidades que aún no existen, que son mucho más frágiles que una sola palabra.
Mis dos hijos viven solos desde los 18 años. Compartiendo habitación en casas minúsculas, pero repletas de lo esencial para convertirte en un ser humano de valor: libertad, respeto y afecto.
Soy hijo de mis propios hijos. Su madre y yo -distintos hasta la saciedad- a través del cariño hacia ellos hemos creado dos transatlánticos: son demasiado grandes y tienen excesivo calado para regresar a la dársena que los vio nacer.
La culpa, como el miedo, atenaza y paraliza. Desde el colegio... SI TE GUSTÓ EL COLEGIO, TE GUSTARÁ TU TRABAJO, se nos educa para obedecer. A la autoridad, la superioridad, las normas, la forma "correcta" de hacer las cosas.
¿Y quién es el DIOS HUMANO que dictamina lo que es correcto y lo que no? Será correcto para Juan, pero no para Pedro. En tal o cual orden de cosas, pero no en todos los mundos posibles.
La vida es demasiado corta para sentir miedo y culpa por cada cosa.
Sin libertad para cometer TUS propios errores personales e intransferibles la vida es un saco de mierda.
He alcanzado el máximo premio que puede alcanzar un padre: he traído hijos al mundo que no me necesitan para ser, que siguen sus propias corazonadas y que crean su propia escala de valores. Sin mentalidad de esclavo temeroso, sino de Espartacos triunfantes.
Tuvieron dos casas, dos visiones del mundo, dos formas de enfrentarse a las olas de 10 metros. Y sacaron lo mejor de ambos progenitores, superándonos en todos los ámbitos. Mejorándonos.
Sin culpas, sin miedos. Quién coño está investido de la altura moral necesaria para juzgar y condenar a sus semejantes. NADIE.
Incluso desde un punto de vista teológico cabría calificar al propio Dios de "el mayor rebelde de todos los tiempos". CREÓ ALGO DONDE HABÍA NADA.
La Nada era perfecta en su mismidad. La materia trajo aparejado el drama de la existencia y la decadencia. ¿Es justo el orden natural? ¿Sobreviven las mejores personas o los más fuertes e inconmovibles? ¿O ni siquiera es así pues no existe un sistema de premios y castigos sino que es nuestra imaginación huérfana de sentido la que nos lleva meter la realidad en corsés esquemáticos con un vector de racionalidad y equidad?
Hasta se arrepintió de lo mal que le había salido el experimento y envió a la Sexta flota con fuego y azufre. Si el hombre estaba hecho a imagen y semejanza ¿acaso decidió eliminar una parte de sí mismo?
¿Dudó el propio Dios?
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