miércoles, 10 de febrero de 2010

Nulidad por inmadurez o por miedo reverencial


Siguiendo con nuestra serie de Problemas Fundamentales de la Humanidad, he aquí una guía práctica para todos aquellos que deseen obtener la nulidad matrimonial. Nulidad... Nulidad... qué palabra tan sugerente. En pleno siglo XXI con estas estupideces. Y de dónde sale el dinero para que esta gente pague estas cosas... De su trabajo, naturalmente. ¿Y en qué trabajan? (parezco mi suegra hablando de mí). Pues van a fiestas, inauguraciones y salen en la baraja española vestidos de sota, caballo o rey. Cada vez que jugamos al mus nos acordamos de ellos. A giant leap for mankind.

Se me ocurre que para combatir la crisis la Corona podría crear puestos de trabajo alternativos a cuenta de las arcas públicas. Además de reyes, príncipes y princesas, deberíamos tener en nómina elfos, enanos, ogros (me lo pido), dragones, bufones (ya hay), hadas, brujas, pantanos pestilentes, más teddy bautistas, etc. etc. Voy a comunicar esta ocurrencia a Zapatero. Seguro que en principio le parece bien. De esta manera, lograríamos convencer a los mercados de que España descansa sobre sólidos cimientos.

Además, no me parece nada bien que la Infanta y Don Jaime de Marichalar se divorcien. Si están en la realeza deben dar ejemplo. ¿Acaso la Iglesia de Roma acepta el divorcio? ¿Que se casaron mal? Pues a aguantarse ¿Que se les gastó el amor de tanto usarlo? Pues ajo y agua. Si se acepta ser de sangre azul es con todas las consecuencias. Señor... Señor... ¿dónde vamos a ir a parar? No sé. Algo un poco más teatral, en plan Enrique VIII. Con guillotina de por medio, hacha con verdugo de película snuff o confinamiento a perpetuidad como a Juana la Loca. Pero ¿nulidad? ¿Y todos los que en el 95 fuimos a Sevilla con tanta ilusión, con toa la caló? ¿Y los que aplaudimos a rabiar la elección del certero nombre de Froilán para bautizar a su retoño? He perdido amigos de toda la vida defendiendo a capa y espada la idoneidad de Jaime de Marichalar para optar a la sucesión. Madre mía del amor hermoso, ¡qué bochorno!

La infanta Elena ha consultado con expertos en derecho canónico cómo solicitar la nulidad de su matrimonio con Jaime de Marichalar, con quien se casó en la catedral de Sevilla el 18 de marzo de 1995. La decisión de emprender esta vía todavía no está formalmente tomada, pero fuentes próximas a la Infanta indican que como católica y miembro de la familia real española es lo que debe hacer.

De nuevo será la hija mayor de los reyes de España quien tome las riendas para resolver su matrimonio y no Marichalar. Éste no quiso el divorcio y no lo aceptó hasta que vio que la decisión de la Infanta era irrevocable, y lo mismo va a suceder con las gestiones para solicitar la nulidad. Marichalar pertenece a una familia sumamente religiosa que no ve bien las anulaciones de los matrimonios y no parece interesado en el proceso.

Para la infanta Elena la situación es bien distinta. Según Dionisio Llamazares, catedrático emérito de Derecho Eclesiástico de la Universidad Complutense de Madrid, la hija mayor de los Reyes quedará en una situación comprometida ante la Iglesia cuando obtenga el divorcio. El convenio regulador firmado por la pareja ha sido ya presentado en un juzgado de familia y, si no hay ningún contratiempo, el divorcio puede estar listo en el plazo de dos meses. A partir de ese momento, la Infanta, según las leyes de la Iglesia, tendría prohibido comulgar, por ejemplo; si bien, como señala Llamazares, se podría obviar su situación de divorciada y por "misericordia" seguir recibiendo la comunión si ella así lo deseara. El problema mayor con vistas a la Iglesia aparecería si doña Elena iniciara una nueva relación, ya que estaría siendo "adúltera". Aunque en el siglo XXI estas consideraciones parecen trasnochadas, todo indica que la familia real española, al ser católica, preferiría que uno de sus miembros siguiera las normas de Roma.

"La Infanta en principio puede acogerse a dos fórmulas para iniciar los trámites que lleven a la anulación de su matrimonio", señala el catedrático. "Lo más normal es que argumente que en el momento de la boda no tenía madurez para asumir las obligaciones correspondientes al matrimonio. Ésta es la causa más común utilizada por las personas que inician estos procesos, ya que es una especie de cajón de sastre donde todo cabe. También la Infanta podría decir que fue víctima de un miedo reverencial a la hora de tomar la decisión de casarse. O lo que es lo mismo, que se vio presionada por las circunstancias".

Según los expertos consultados, doña Elena puede iniciar en solitario el proceso o hacerlo de acuerdo con Jaime de Marichalar.

Las distintas etapas del proceso de nulidad matrimonial son: introductoria, en la que se definen las causas de nulidad; probatoria, cuando se producen las declaraciones de las partes y de testigos, así como la presentación de documentos y realización de peritajes (psiquiátricos, médicos y caligráficos, entre otros); discusoria, el momento en que los abogados de las partes y el defensor del vínculo -designado por la Iglesia- deben debatir en favor o no de la disolución del matrimonio; y por último la decisoria, cuando un tribunal colegiado de varios jueces emite la sentencia.

En el caso de la infanta Elena, todo este proceso debe realizarse en Roma al tratarse de un miembro de la familia real española. "El proceso puede tardar entre dos o tres años", señala Dionisio Llamazares. Aunque es fundamental para la rapidez o no del expediente la intervención del Papa. Carolina de Mónaco tardó 12 años en lograr la anulación de su matrimonio con el playboy Philippe Junot.

1 comentario:

Raúl dijo...

Confieso que me resulta un poco complicado todo esto. ¿No podrías hacer un resumen más acotado de la situación? No quiero largarme a opinar sobre tan delicado tema sin conocer más al detalle los vericuetos legales y teóricos. Gracias!