¿Qué pasó? Los estuve esperando en la Jabonería de Vieytes. Sobre las nueve y media apareció French completamente borracho, con una bolsa de escarapelas y en un estado lamentable. Me dijo que Berutti se había encamado con una mina y que era más que probable que no viniera, pero apenas se le entendía. El de la pesada del gremio de aguateros de Buenos Aires llamó sobre las diez y cuarto para pedir disculpas porque esa noche jugaba Independiente contra Banfield y Cornelio Saavedra se había presentado en su casa con un cajón de Quilmes. Más tarde apareció un tal Pastafiglia y preguntó si en la Jabonería se cantaban tangos o se vendían facturas. Al final me tuve que comer todas las empanadas... Qué revolución de mayo ni qué ocho cuartos. Siempre lo mismo...
Como decía Jack el Destripador, vamos por partes.
Estoy recibiendo una serie de cartas de amigos que resultan muy interesantes. Fenomenal tu respuesta, Raúl querido. Nada que objetar, salvo en un tema que estaba implícito en el primer artículo: la cuestión de la polarización extrema. Pareciera que, en el caso de la Argentina actual, sólo existieran dos posturas posibles: a favor de Cristina -normalmente de forma encendida, no quiero decir que sea tu caso- o totalmente en contra. Y no cabe el diálogo entre las dos facciones. Es parecido a lo que comentaba de Nicaragua, los que están con Daniel Ortega y el resto, que son tachados de "somocistas".
Sin embargo, el juego de la democracia funciona cuando hay un gobierno cabal y una oposición fuerte. Es más, su esencia es la alternancia y la limitación por ley de la duración o la repetición de los mandatos, así evitamos cosas estilo Corea del Norte.
Creo que el ámbito del diálogo habría que extenderlo a toda Iberoamérica, ya que me parece que compartimos defectos y virtudes. La cuestión es que somos la región del mundo que presenta mayores desigualdades y que las respuestas de corte populista que hunden sus raíces en el viejo caudillismo hispano no parecen funcionar del todo. Además de que, por definición, que el populismo trata a la gente como si fueran retrasados mentales. El papá que todo lo sabe, infalible, inmutable, inengendrado, esférico (como el osito Misha que va a heredar la monarquía comunista de Corea del Norte).
La reciente imagen del presidente ecuatoriano Correa enfrentándose a pecho descubierto a los amotinados nos pone en nuestro sitio. Esa es la imagen que damos al mundo. O Chávez y sus programas de televisión. Más allá de lo que esté haciendo -Oliver Stone lo defiende con vehemencia- hay ciertas cosas que un estadista debe tener en cuenta si quiere ser tomado en serio y no asustar al personal.
Más allá de que el socialismo que se intenta instaurar en Venezuela -basado en los terribles desequilibrios socioeconómicos que se dan desde siempre en una nación que nada en petróleo- esté basado en modelos que ya se han puesto en práctica en Cuba o en el antiguo bloque de países del Este. Volvemos a Goodbye, Lenin.
El diálogo es la base de la democracia. En España nadie cree que ZP sea un iluminado, antes al contrario: recibe críticas feroces desde sus propias huestes. Con Rajoy, líder de la oposición sucede lo mismo. Es una cuestión de madurez. A ninguno de los dos los han pillado hasta el momento comprando terrenos cuyo valor se multiplica mágicamente. Ni a ellos ni a Adolfo Suárez, Felipe González o JM Aznar. Se han limitado a hacer su trabajo, con aciertos y con errores.
En el artículo inicial sobre Maradona (el de John Carlin y Pierini) que citábamos, la cuestión se centraba en la crítica de un determinado esquema de pensamiento. Es innegable que esa forma de pensar y ser existe. Sea como sea, el argentino más internacional de estos últimos años, la "imagen" de la Argentina, es Diego Armando. Eso también dice mucho.
Vos decís que Cristina te parece la dirigente más inteligente en muchos años y que la oposición oligárquica va a derribarla como sea. Si la base de comparación es gente como Ménem o De la Rúa, no hace falta ser Einstein para ganar de lejos. Me decís que si leés Clarín está todo mal y si leés Página 12, Argentina es el paraíso en la tierra. Es obvio que la verdad está en el medio de ambas visiones.
Pero después están los hechos objetivos y las cifras de los organismos internacionales: el coeficiente Gini, que mide el grado de desigualdad de una sociedad no deja bien parado al país. Los puestos que ocupa por PIB o renta per cápita, tampoco. En resumen: no se ha avanzado, se ha ido hacia atrás.
Cuando visitamos mi antiguo colegio en Baires (¿te acordás, viejo?) en marzo de 2009, lo vi empobrecido, con los maestros arrimando el hombro por pura vocación para que aquello funcione. Sabido es que ser maestro en la Argentina es sinónimo de sueldos miserables.
Después está la comparación con los países de la región...
Sigo después que tengo que darle de comer a mi hijo pequeño y después me toca planchar. Así no hay quién cambie el mundo, che!
martes, 12 de octubre de 2010
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