Para estar a mediados de octubre hace un día glorioso. Temperatura óptima (para mí, al menos, que tengo genes siberianos). Madrid, rompeolas de todas las Españas -otros ejercen de rompebolas-, Retiro, busco un callejón donde había una tienda de carbones, me llamó la atención cuando llegué de Buenos Aires, como tantas otras cosas, hace mil años que no hay tiendas de carbón, cerca de la Torre de Valencia, bajo abajo -expresión española donde las haya, ¿adónde voy a bajar? ¿arriba?-, Vihuela no existe, allí tocaban Olga y Manuel Picón, yo era un pibe y soñaba viéndolos en el escenario, hace quince años que murió Manuel, un día alguno de mis hijos recordará que hace quince años que me he muerto, pasa el ángel exterminador, mañana voy al dentista, siento algo raro, una paloma hijadesumadre acaba de cagar a escasos veinte centímetros de donde estoy, por dónde iba, ah sí, el dentista, el efecto del tiempo, ese grandísimo cobarde que te mata huyendo y se queda con tus dientes, tu pelo, tus ojos, la piel que solía haber donde habrá arrugas, a saber para qué los quiere. Gustav Mahler, el divino Gustav. Camino entre minitas de dieciséis años que me ignoran como si fuera un ectoplasma. Muerte en Venecia. Tadzio. Sí. Así que pasen treinta años. Destino: Argentina. La semana que viene Tip y Coll hablarán del gobierno. Seguro. Nunca volveremos a casa. Juego con mi hermano a las maquinitas en Picos de Europa. Juan Bautista de Toledo. Madrid 1978.
Las palomas están furiosas. Se ve que cenaron en McDonalds.
jueves, 14 de octubre de 2010
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