lunes, 8 de noviembre de 2010

Massera

Acaba de morir Massera, un siniestro personaje responsable de algunas de las peores barbaridades de un tiempo de terror. Argentina, 1976-1983. Las juntas militares implantan un régimen dictatorial en el que la vida de sus ciudadanos vale poco y nada.

Una generación entera arrasada, miles de jóvenes torturados y la terrible realidad de los desaparecidos, esa particular contribución de los países del Cono Sur a la historia de la infamia universal.

Con todos los medios a su alcance, el Estado se convierte en una máquina de matar precisa y de eficacia insuperable. Los vuelos de la muerte, la evaporación de los cuerpos, el robo de los hijos de los desaparecidos. Resolviendo graves problemas logísticos con singular habilidad: esa misma que brilla por su ausencia a la hora de dar de comer o de educar a sus ciudadanos.

El mal en toda su extensión. Massera, el más siniestro de un trío de siniestros, de gentes sin alma. El responsable de la Escuela de Mecánica de la Armada, espeluznante centro de tortura inspirado en la Gestapo. A día de hoy, 2010, 27 años después del retorno de la democracia, siguen apareciendo hijos robados, "educados" por los verdugos de sus verdaderos padres. Como los nazis, sus maestros, superando en ocasiones al original.

Incluso en el mismísimo Infierno las almas condenadas se negarán a pasear por el patio en compañía de este tipo: para ciertas aberraciones de la naturaleza el Fuego Eterno resulta excesivamente confortable. Hasta en el Averno hay clases y a un genocida convencido que por activa y por pasiva ha asumido con orgullo las bestialidades cometidas durante el eufemísticamente denominado "proceso de reorganización nacional", le aguarda peor destino que a un violador en una prisión convencional. Todo ello, claro está, caso de existir la Justicia Divina que, al igual que la justicia ordinaria en su momento, se inhibió en esta y en tantas otras cuestiones desde que el mundo es mundo. Pibes y pibas de apenas veinte años pagaron un terrible tributo en sangre y este animal se muere en un hospital cumplidos los 85.

Ni descanse, ni en paz. Ni por supuesto, olvido.

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