viernes, 7 de agosto de 2020

Las palabras

El problema fundamental que supone la idiotización progresiva de la población es que sin palabras resulta imposible ver más allá.

Somos lenguaje. Es lo que hay de Dios en nosotros. Al igual que sucedería con nuestro estómago si nos viésemos obligados a ingerir alimentos podridos -como los marineros de Magallanes por ejemplo-, sin las palabras adecuadas nuestro cerebro y nuestra alma solo producen respuestas violentas, irracionales e instintivas. Siempre a la defensiva.

Alimentarnos de basura nos convierte en basura. Basura moral, basura intelectual.

No es un problema de dinero. Se puede vivir en el barrio de Salamanca y ser un imbécil de marca mayor. Cómo...? No lo sabíais?

Es un problema de dieta. Hay que eliminar de nuestra dieta diaria todas las grasas hidrogenadas. Músicas repugnantes, letras concebidas por un acéfalo, libros de autoayuda que solo ayudan al autor a llegar a fin de mes, periódicos que incitan al odio, reguetones, cumbias, series de televisión que insultan la inteligencia. Prenderle fuego a todo eso. Por higiene mental.

La televisión es un gran invento. Tengo una tele gigante en casa. Lo primero que hice al instalarla fue romper con mis alicates marca Ikea la entrada de la antena. Upsssss... se rompió. Ya no puedo ver la tele. Solo películas, documentales, conciertos.

Estamos en tiempos Fahrenheit 451. La temperatura a la que arde el papel. Hoy más que nunca la cultura, la ciencia y el pensamiento resultan imprescindibles.

Poblar los cerebros con palabras. Una sola palabra cambia el curso de una vida, salva almas. No hay esperanza lejos de las palabras.

*

Palabras                                                              para Valeria, con amor.

Una sola palabra me trajo hasta vos, te puso en mi camino de marino errante. Muchos más de cien días de otear el horizonte, buscando tierra fértil, los ojos enrojecidos, atado al palo mayor. Un débil resplandor a lo lejos, faros de infinita belleza.

Aterido de golpear las puertas del cielo.

Una bahía plena de oxígeno donde hacer aguada y anclar definitivamente todos nuestros barcos.

Mis manos te doy. Para sembrar el valle de punta a punta y dejar de respirar en los desolados pasillos de un expreso nocturno.

Una casa. La risa de los hijos. Guitarras.

Labios. El tiempo es sangre. El pulso de mi sangre.

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