viernes, 18 de marzo de 2011

El terror nuclear

Una de las cosas que no deja de sorprender en relación con la cadena de acontecimientos que está desatando el terremoto de Japón es el posicionamiento de ciertos sectores respecto al futuro de la energía nuclear.

Según ciertas voces, no podemos dejar de utilizar las centrales nucleares para producir energía, nuestras centrales son seguras, el desastre de Fukushima no es tal y muestra justamente lo fiables que son dichas centrales, ya que un terremoto de fuerza 9 en la escala de Richter y el posterior maremoto resultan muy improbables, etc., etc.

Yo me eduqué en el terror nuclear. De niño, tenía pesadillas con el fin del mundo estilo Terminator. Eran las consecuencias de las teorías de la "destrucción mutua asegurada". No, no estoy hablando de vuestras/os ex ni de Norman Bates.

Mi mundo de niño también estaba lleno de "realidades supuestamente inmutables". Había un muro en Berlín, existían dos bloques irreconciliables, existía potencial como para destruir la Tierra varias veces. Un mundo de posguerra basado en el miedo y la desconfianza.

Visto desde la perspectiva presente, aquel statu quo resulta cuando menos extraño. Muchas de esas verdades "inmutables" ya no significan nada. La URSS desapareció (y ningún especialista fue capaz de preverlo con suficiente antelación), no sólo por sus contradicciones internas de supuesto paraíso de la clase obrera que no era tal, sino también ayudada por el desastre de Chernóbil. Aquello fue la puntilla que produjo el descabello del socialismo real.

¿Por qué nos resulta tan difícil imaginar otra realidad?

Los especialistas en energía afirman que sin energía nuclear nuestro mundo no sobreviviría ni dos días. Perfecto. Pues entonces vamos a crear otro mundo. Volvemos a In Transition.

¿En qué cabeza cabe que sigamos utilizando energías potencialmente catastróficas? Imaginemos que en lugar de impactar contra las Torres Gemelas, los terroristas deciden atentar contra nuestro corazón energético. El desastre está asegurado.

Si Japón -país con un grado de desarrollo tecnológico inigualable- tiene estos problemas para controlar Fukushima, dando al mundo una imagen terriblemente patética, intentando apagar un incendio con un BOTIJO, ¿qué cabría esperar en caso de accidente nuclear grave en un país menos preparado y mejor dotado por la naturaleza para el caos -y no nombro a nadie?

El escritor Kenzaburo Oé hace una interesante reflexión sobre lo que significa Fukushima y un posible cambio de paradigma.

Sin embargo, estos días oigo y leo a decenas de comentaristas, muchos de ellos especialistas en energía, que ponderan positivamente las bondades de la energía nuclear, diciendo cosas como "no la juzguen en caliente" o "la energía nuclear es la única forma de producir energía en masa sin generar CO2".

Perfecto. No generamos CO2. ¿Y los residuos de las centrales? Hasta hace muy poco se arrojaban al mar en bidones marca ACME. Gracias a los locos de Greenpeace y a la oposición de mucha gente, ahora se entierran en tierra firme, pero tampoco se sabe muy bien qué hacer con ellos.

La doble moral es notoria: a la hora del té, nadie quiere un cementerio nuclear en su pueblo. ¿Y si hubiera un terremoto en tierra firme? ¿La estructura del cementerio impediría que los restos de combustible llegaran al subsuelo? ¿Cuántos botijos podríamos reunir en tal caso?

Mención aparte para las nubes radioactivas. Parece que, en último término, dependemos de la buena voluntad del viento. Muy científico. ¿Alguien se ha preocupado de ver hasta dónde llegó la nube de Chernóbil? Porque hasta donde yo recuerdo, lo de la zona de exclusión a treinta kilómetros es una broma macabra.

¿Realmente necesitamos tanta energía? ¿Por qué no plantear un mundo alternativo sin un consumo tan desaforado y con formas de producir energía mucho más controlables?

Recuerdo mi primer viaje a Bélgica, a finales de los ochenta. Con poco más de 30.000 kilómetros cuadrados (superficie un poco más pequeña que Galicia o Catalunya), los belgas se preciaban de ser los únicos que iluminaban todas sus carreteras por la noche. "Desde el espacio, Bélgica se ve como un punto de luz", decían. ¿Toda esa energía alimentando carreteras solitarias todas las noches? Ya por entonces me pareció una soberana soplapollez.

Estoy harto de contemplar el despilfarro de nuevo rico que hacemos en nuestro mundo "desarrollado". Coches y más coches, oficinas que se quedan iluminadas toda la noche, luces por todos lados, electrodomésticos hasta en la sopa. Véase este interesante artículo-entrevista sobre el Decrecimiento (gracias, Jaime!).

Basta ir un día a Mediamarkt cuando hacen la "fiesta del IVA" y descuentan el impuesto de todos sus artículos. ¿Crisis? ¿Qué crisis? Ahí está la gente con el cuchillo en la boca, dispuesta a matar para llevarse algo eléctrico a casa. Lo que sea.

En mi opinión, la cuestión es clara. No podemos pagar el precio de un desastre nuclear, es inasumible. Como tampoco resulta posible asumir desastres como el Prestige o el BP en el Golfo de México.

Los modelos son países como Dinamarca o islas como El Hierro. Bien, se me dirá que la población de países como Francia o España continental es mucho mayor. De acuerdo. Entonces habrá que estudiar una combinación de mix energético lo más respetuoso posible con el medioambiente, bajar los niveles de consumo a cifras de los años sesenta y diseñar una nueva sociedad.

Posibilidades como el teletrabajo se antojan interesantes. ¿Realmente necesitamos desplazar tanta gente de manera cotidiana? ¿Los productos tienen que viajar al otro lado del mundo? ¿Qué sentido tienen los desplazamientos en coche en medio de un atasco y con un solo ocupante? ¿No podríamos racionalizar el diseño de las casas y convertirlas en autosuficientes? ¿Cómo es posible que un país como España, con 5.000 kilómetros de costa y un clima privilegiado, no haga un uso mucho más generalizado de las renovables?

Puede que la respuesta, como dicen el bueno de Bob y mi amigo Raúl, esté "soplando en el viento". Crucemos los dedos para que el viento no nos traiga los copos de la muerte de "El Eternauta". En todo caso, si llega la parca, que nos encuentre jugando al truco con los amigos.

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