Mi abuela me llamaba "Martencito". Mi abuelo, "Arelito". Hoy me desperté oyendo esas dos palabras, como si mis abuelos me las susurraran al oído.
Qué gente maravillosa eran mis abuelos. Currantes, sencillos, cariñosos. La mejor gente que uno pueda desear en la vida.
Después he conocido cada "pescao". La gente tiene un miedo atroz a la soledad y no se da cuenta de que, en términos generales, Sartre tenía razón. Sobre todo en esta época en que conocer gente es tan fácil. La facilidad siempre es enemiga de la profundidad. Si la cosa es fácil hay que sospechar que aquí hay gato encerrado. Si es excesivamente fácil, el gato es mastodóntico y te engullirá.
¿El infierno? ¿Qué es el infierno me pregunta usted? L'enfer, c'est les Autres !
Bueno. La verdad es que Sartre era un viejo choto. Todo el día escribiendo al lado de Simone de Beauvoir. Qué querés...
La Beauvoir, todo cariño y amor, se encargó de retratar su decadencia con precisión forense -bien, bien francesa- en "La ceremonia del adiós". Au revoir, chéri ! Leerlo es vomitivo.
Hay un tiempo para todo. Para compartir, para estar solo. Mucha gente se desespera ante la soledad y, bien encarada, disfrutando de tu trabajo y oyendo buena música, puede llegar a ser una bendición.
El problema básico no es tanto qué tiene uno. Un amor o decenas (vamos todavía, viejo lobo de mar!). El problema es qué hace uno con lo que tiene. Una relación amorosa puede llegar a convertirse en una tumba de cemento fresco. La idea del sacrificio está desterrada de la vida actual y, créame, sin sentido del sacrificio una relación sentimental está condenada al desastre. Después el papeleo, me llevo mis cosas. Siendo tío hay una ley no escrita por la que si la cosa va mal te tienes que ir tú, no ella.
Me alquilo un trastero. Me hago amigo del tipo del trastero. Me quedo a vivir en el puto trastero. Qué chupi. Me apetece tanto como pegarme un tiro en el pie.
¿El infierno....? ¿Pregunta usted por el infierno...?
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