viernes, 3 de noviembre de 2017

Nosotros

De repente, un llamado. Iván viene de Francia, contacta con Pablo y cenamos los tres juntos. Así, sin más preparativos.

Para alguien que vive en el campo y trabaja solo es mucho. Te da la vida.

Y los veo llegar. Hace unos instantes Pablito era un enano que jugaba con muñecos y nos enternecía a todos. Entonces yo trabajaba en Madrid y siempre estaba pendiente de incrementar su colección. Hoy mide 1,90 y pronto será más alto que el que suscribe.

Preparo a toda máquina un guiso de pescado para los tres, que el tiempo otoñal ya va pidiendo esa clase de cosas.

La mesa donde suelo cenar se viste de fiesta. Nos reímos con ganas. La magia de estar juntos.

Pablo se retira a su habitación para preparar el trabajo de mañana. Las cosas vividas este último año lo han hecho madurar mucho. Está pleno de proyectos y confía -como no podía ser menos- en sus propias fuerzas para llevarlos a cabo.

No logro expresar con toda la intensidad lo que significa verlos así, haciendo sombra sobre el mundo.

Mi hijo mayor tiene la misma edad que tenía cuando él nació. Qué locos lindos éramos entonces su madre y yo. No teníamos nada y éramos muy felices. Se retira pronto a descansar.

Me quedo solo. Abro otra botella de vino y saboreo lentamente la copa. Ha pasado el tiempo.

Viene a mi mente un encuentro mágico en Buenos Aires, 2016, con Teresa Taskar. Me había invitado a comer y la sobremesa se extendió hasta las 10 de la noche. Teresa me hizo cantar un montón de tangos, así a capella. Nostalgias, Malena, Sus ojos se cerraron, Nido gaucho, Volvió esa noche, Garúa, Tinta roja, Amores de estudiante, Golondrinas, María...

En algún momento de la conversación dijo algo en hebreo que no comprendí. Yo salía de mi enésimo naufragio sentimental, un deporte en el que siempre estoy entre los primeros de la ATP. "Aún no ha llegado la que es para vos...", murmuró sonriendo dulcemente.

Salí de anochecida. Caminé por Corrientes, por Figueroa de Acuña, las mismas calles donde fui adolescente. Apenas sentía el incipiente frío del otoño porteño. Hay encuentros, voces, abrazos, miradas, silencios que son prismas para el alma. No se olvidan.

Está en algún lugar del Libro Sagrado. Esta noche mágica junto a mis queridísimos hijos va por ti, Teresa.

Amén.



No hay comentarios: