En pleno centro de Madrid hay una iglesia maravillosa. Se trata de San Antonio de los Alemanes, situada en la esquina de la calle de la Puebla y la corredera Baja de San Pablo.
Es una iglesia pequeña de la que cabe destacar su planta elíptica (una de las pocas que hay en España) y los frescos que decoran tanto la cúpula con las paredes.
El lugar es magnífico e invita a la reflexión. Data de comienzos del siglo XVII, cuando España iniciaba un lento declive desde su momento de máximo esplendor hasta hoy, pero aún seguiría siendo un imperio donde no se ponía el sol hasta comienzos del XIX.
Javier Repullés dio el sermón, a mi juicio, introspectivo y cargado de significado. Por otro lado, fue muy breve y directo al meollo del asunto. En plena crisis, concretamente en 2011, Repullés creó la fundación Pan y peces para ayudar a familas que lo estaban pasando realmente mal. Es alguien que sigue la estela de personas de luz como el Padre Llanos.
Comenzó por hacer autocrítica de los propios curas, diciendo que se trata de "seres pequeños", que cometen errores como el que más y terminó hablando de los egoísmos de esta generación y la incapacidad de mirar más allá del hedonismo inmediato. Pero todo ello en un tono bonachón que invitaba a darle un abrazo. Además, Repullés parece el alter ego de Valle-Inclán y se intuye que le gusta el vino y la compañía de gente sin corbata. Ole. Por si fuera poco, tiene un desarrollado sentido del humor, algo que denota una inteligencia fina y sensible.
Curiosamente, el personal que abarrotaba la iglesia tenía más pinta de votar al PP. Bueno. Les hacen falta esta clase de mensajes.
Más allá de sermones, la iglesia de San Antonio bien vale una visita.
Cómo adoro Madrid. No quiero pensar lo que debieron sentir los republicanos en el exilio, obligados a vivir lejos de España durante cuarenta años.
Un país único, irrepetible. Un pueblo de mano tendida. Siempre.
lunes, 6 de noviembre de 2017
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1 comentario:
"Como busca la cierva corrientes de agua" es su salmo, predicador de amor en todas sus formas, bien merece la pena quedarse hasta el final para escuchar recitarlo, y si luego cae un aperitivo con el en la calle ballesta, el domingo esta servido.
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