Ella le ofreció un trozo de chocolate mientras permanecía aún sentada.
—¿Sabes...? Eres un amante de primera clase.
Él la miró desde la puerta de la habitación, presto a marchar.
—No es fácil acceder a ti. Eres frío y callado. No hay emoción, solo acero. Eso es lo que te hace tan bueno.
—Me voy a la milonga. No me esperes— dijo sin despegar los labios. Y abandonó el cuarto sin siquiera volverse.
viernes, 10 de noviembre de 2017
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