sábado, 2 de septiembre de 2017

Bacalao a la portuguesa

De todas las mujeres con las que he compartido vida, ninguna como Laura Espejo. Tiene un talento natural que resulta muy difícil de describir con fórmulas conocidas. Laura es única.

Su talento para la cocina, qué decir... cualquier cosa que hiciera era de 9,75 para arriba. Recuerdo comidas con amigos en que entraba como en trance media hora antes de la llegada de los comensales -todos muy exigentes- y esas viandas quedaban tres estrellas. O más. Siempre.

La textura de ese brócoli, el punto de esa cebolla caramelizada, esas ensaladas de escarola con naranja y salsa de ajo. Para qué continuar.

Por simple ósmosis, en los siete años largos que compartimos mis habilidades culinarias experimentaron un considerable avance.

Este bacalao a la portuguesa que he preparado para Pablo y para mí en esta maravillosa tarde de final de verano, va por ti Laurinha. Recuerda aquellas doradas que preparé para tus abuelos (con tu permiso, los siento míos, qué gente adorable, los llevo a los dos en el corazón donde quiera que vaya). La abuela llegó a nuestro piso en García de Paredes y ya desde el pasillo advirtió "Ojo con esa cebolla". Ja, ja... tenía razón.

Pero Laura... ah... qué platos, qué mano tenía.... meu Deus do céu!

É para ti! Hay gente que ha escrito libros, tiene montañas de dinero o seis coches aparcados en el garaje pero no sabe hervir agua. ¿Para qué sirve?


1 comentario:

lee dijo...

Despierto en Lisboa.escribo en el cuadradito de búsqueda y vete tú a saber por qué, me sale en direcciones predeterminadas tu blog. Creo que fue en agosto cuando te leí por última vez así que me deslizo por septiembre por tu Madrid de tango, milongas, pebetas, y de repente... este texto brindis a una de mis maneras de darme. Qué gran manera de comenzar este domingo atlántico de otoño. Gracias. Cocinar con sentimiento, por los que se van a sentar a la mesa, por los colores, por las texturas, los sabores, por la explosión de los recuerdos que es capaz de originar un simple olor de especia escogida al azar, entre frasquitos de pura alquimia. Ante la imposibilidad de avanzar más allá de "que tinguem sort" con la guitarra y poder regalar a los que se quieren noches de bellos acordes, y de ti, yo me agarro a las cucharas de palo y al fuego. Como las abuelas, nunca tan bien como ellas. Pintoras, escultoras, creadoras de platos que mire usted por donde permanecen. Chin chin, salud.