sábado, 30 de septiembre de 2017

Teología

David Kaminsky regresaba a casa e intentaba poner sus pensamientos en orden. Religiones de vida, religiones de muerte.

Otra vez la misma historia. Enésimo desengaño.

Festival de tango: no acercarse. Material radioactivo.

Últimamente andaba preocupado por su alma y buscaba explicaciones trascendentales.

Veamos... Kant nunca salió de Könisberg y conocía la realidad del mundo a través de reuniones absurdas que convocaba en su propia casa. Acudían un carnicero, un carpintero, un soldado... y así.

Nunca tuvo novia. Como el tango, pero al revés.

Hume se dedicó en cuerpo y alma a investigar los entresijos de la facultad de aprehender. Tuvo una vida mucho más disipada, con viajes a París, América, fiestas, etc.

Tuvo amigas. Nunca pareja estable.

Schopenhauer fue un crápula. Escribió "El amor, las mujeres y la muerte". Queda todo dicho.

Abrazado a ella, como a un rencor. Como dos extraños. "Entiendo que todo esto tenga que suceder", pensó. "Seguramente responde a un plan cuyo significado último se me escapa. Pero ¿por qué me tiene que suceder a mí? ¿Por qué no le sucede a OTRO?

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